Mi voluntariado en Huanchaco, Perú.

Hace un año que partía rumbo a Perú sin saber que ese viaje que comenzaba me llevaría a vivir una de las mejores experiencias de mi vida. Ya no sólo por lo que conocer un nuevo país implica, si no por todas las aventuras que esta gran y hermosa tierra guardaba para mi.

 

Dejé atrás 27 locos bajitos con los que compartía la vida escolar, invadida por todas las emociones que una situación como esta implica, lanzándome a esta oportunidad que se presentó en mi camino. Viajar al Perú durante 3 meses y colaborar en una escuela infantil llamada “La casita de madera”. Situada al norte de Perú, en el pueblo de  Huanchaco, famoso por sus olas y sus caballitos de totora.

 

Llegué a Lima el día de mi cumpleaños. Mi primer día con 31 años y conociendo la caótica capital peruana. Tras un día de adaptación, comenzamos un viaje de dos semanas por el sur del Perú.  En esta ruta nos impresionamos con la amabilidad de su gente y sus paisajes majestuosos. Cada rincón con su encanto y peculiaridades. Enamorados de la gastronomía e historia.

 

Con dos meses y medio por delante, tocaba descansar y adaptarse a la vida limeña. Cuando ya las costumbres peruanas formaban parte de mi rutina, llegó el momento de ir a Huanchaco. Los niños aún estaban de vacaciones, no había empezado la escuela, por lo que me tocó colaborar allá donde hiciera falta, aunque estas actividades se vieron interrumpidas por las inundaciones. El temido y popularmente conocido como “huaico”. Este causó estragos en muchas casas y comercios de los alrededores. Incluso fuimos evacuados de nuestro lugar de residencia por seguridad, aunque por fortuna, sólo quedó en un susto, con anécdotas para dar y regalar.  La avenida del pueblo desapareció bajo el lodo, una gran capa de plásticos y basura cubría la playa. Los pelos se le ponían de punta a cualquiera que echara un vistazo a su alrededor. Con la colaboración de muchos voluntarios, ayudamos a todo aquel que lo necesitara, achicando agua, lodo, limpiando la playa, incluso realizando paquetes de alimentos y ropa para los damnificados. Sorprendida quedé al ver la gran solidaridad del pueblo peruano, no había nadie de brazos cruzados.

 

Después de la tormenta llegó la calma, y con ello la vuelta al cole. Emocionada llegué a “la casita de madera” ,con mi sonrisa de oreja a oreja. Los niños me recibieron con besos, abrazos y muchas preguntas. La maestra, cariñosa y alegre, permitió que estuviera en el aula como si fuera mía. Pasé con ellos el periodo de adaptación, compartimos muchos ratos de juegos y baile juntos,  disfruté del recreo tanto como ellos. Dejando de paseo a la niña que llevo dentro. También realice actividades escolares con ellos,  la que más les gustó, fue probar mi cámara instantánea. Todos posaron delante de ella  y esperamos a que “apareciera la foto” como por arte de magia, quedaron boquiabiertos. Ahora, luce esa fotografía en algún rincón de su casa, y la de grupo, en el aula. Todos y cada uno de ellos me dejaron recuerdos imborrables, anécdotas y aprendizajes, que llevaré conmigo toda la vida.

 

Se me ocurrió tratar de recopilar dinero para hacer un poco más cómoda la vida de estos locos bajitos, y lo conseguimos . Gracias a las donaciones por parte de familias anónimas, amigos, familia, y la comunidad educativa del colegio Nuestra señora del Carmen, fue posible. Con este dinero pudimos comprar juguetes nuevos, ropa, zapatos, colchones, material escolar, uniformes y pañales, que fueron distribuidos en función de las necesidades de las familias. Aprovecho la ocasión para agradecer a todos y cada uno de los que colaboraron, por poner este granito de arena en el bienestar de estos niño.

 

Los días en la escuela llegaron a su fin, y tocaba despedirse. Frases como “todos los voluntarios se van a ver a su mamá pero nunca vuelven” me partían el alma en dos. Un pedacito de mi corazón se quedo en “La casita de madera”. Me siento afortunada por un millón de cosas. Una de ellas,  haber tenido la oportunidad de ponerlo mejor de mi, para que la infancia de estos pequeños fuera un poco mejor. Trataré de seguir haciéndolo mientras pueda.

 

Gracias a mis locos bajitos peruanos por cruzarse en mi camino. Aquí podrán ve algunas de las imágenes, imposible mostrarlas todas.

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© ESTHER TORRES PHOTOGRAPHY